lunes, enero 23, 2006

Primeras menciones de las martas

Por Gustavo Reyes*

Las martas cibelinas no van a cine, pero eso no debería servir como pretexto para incubar prejuicios en su contra. No, a ellas hay que verlas como lo que son: dramas radiantes de clima frío. Las martas son fieles a sus costumbres abisales y jamás se les verá por tanto en un autódromo o en el infierno, y mucho menos en discusiones bizantinas. Se dice que una de ellas estuvo esperando el bus del colegio durante catorce años en la misma esquina, sin perder jamás -todo lo contrario- la paciencia, ni el albo brillo de su pelaje, refulgente como fibra óptica.

Las primeras menciones de esta raza inmemorial datan del siglo III a. de C. Fosfato de Ambar las registra como antagonistas en los versos de la desaparecida Pesadilla Acondicionada, de Calístenes: “Dirigieron entonces sus dentelladas al derrengado filósofo, de cuyo cuerpo quedaron apenas los arbitrarios ojos”, reCITA el inmortal Supra Batán a su amante esclava, recordando la horripilante Noche de las Martas Cibelinas en Promoción. Carrefour. Canto XVI. Su proverbial predilección por las mujeres deriva precisamente de una insaciable afición por hombros y pechos, de toda la infinita morfología de sus víctimas el más apetecible bocado.

En el soberbio retrato de Madame Recamier, Ingres capta con insuperable realismo a una marta cibelina en el monstruoso acto de devorar los indefensos hombros de madame. El hecho es brutal, paralizante, y forma parte de la galería de la gran pintura del horror al lado de los Fusilamientos de mayo de Goya, el Guernica, de Picasso, y La guerra, del Aduanero Rousseau.

Refiriéndose a la manía secular de copias y robos entre artistas que, no obstante, no se constituyen plagios, Arthur C. Danto cita el caso de Sofonisba Anguissola. Allí –seguramente el propio Danto lo ignora– nos es revelada la pasmosa capacidad de las martas cibelinas de infiltrarse en el pasado. "La misma Sofonisba –dice el crítico– fue ampliamente copiada: su retrato de Isabel con una "piel para pulgas" –una piel de marta que se llevaba para atraer las pulgas que de otro modo podían atacar a quien la llevaba– fue el retrato copiado más veces en España, y su copia más famosa fue la de Peter Paul Rubens, quien la visitó en su vejez en Génova". Los comentarios sobran.

Jahn Van Dido, del Instituto de Estudios Comparados de la Haya, en el Anuario Enciclopédico de 1999 atribuye a las martas la invención de la banca moderna. Según éste, a ellas se debe no sólo la concepción del PIB sino también los intereses múltiples y los talonarios de cheques.

Cabe señalar que el lamento de las martas es fonográfico, y nadie que lo haya escuchado podrá recordarlo. Durante milenios el buril de la naturaleza ha ido perfeccionando a estos seres incomprensibles hasta el punto que su andar e incluso su mirada han devenido símbolos de fortuna y status.

Al igual que los ancianos, las martas en general carecen de fe, y durante los días de fiesta resulta usual verlas recorrer los edificios vacíos en busca de respuestas concretas. Aparte su innata vanidad epidérmica, existen pruebas de una insaciable voracidad, que les ha llevado a reunirse en manadas para atacar con sus flexibilísimas pieles erizadas el ritmo y, en casos extremos, las tinieblas del corazón.

Hoy resulta prácticamente imposible encontrar un peletero que se niegue a establecer correspondencia con cualquiera de las casas fiscales de martas cibelinas en las grandes capitales del mundo. Merced a ello se sabe que su sangre es escarlata, aunque haya quien asegura que despide tonos inyectados mientras discurre.

* Yo, Gustavo Adolfo Reyes Rodríguez, nací en Bogotá el 11 de octubre de 1950. Pocos años después ingresé a un kinder y a partir de entonces estuve en plan de alumno hasta pasados los 23. Luego del colegio, entré, otra vez como discípulo, en el taller del maestro David Manzur; pero acabé siendo comunicador social, sin que ello redujera mi amor por la plástica en absoluto.

Como periodista he trabajado para diarios, revistas, radio y noticieros de televisión, fungiendo como entrevistador, jefe de redacción, presentador, reportero, investigador, redactor internacional, cronista, corresponsal y comentarista literario. A lo largo de algo más de un año hice comentarios y reseñas del movimiento plástico en Bogotá, para el Noticiero Cultural de Radio Nacional. En 1983 viajé a Europa con la intención de una novela, que finalmente escribí entre París, Barcelona y San Esteve Sesrovires.